Entre la sangre y la pared del metro.[Libre]

Frío. Eso era lo que debería sentir si pudiera sentir algo. Todo me lo recordaba: Los abrigos, las botas, las narices enrojecidas y los cuellos completamente tapados por bufandas y pañuelos. Sin embargo, yo bien podría haber estado en manga corta en ese mismo instante, aunque eso supondría llamar demasiado la atención. Caminaba por Londres, entre sus extensas calles totalmente plagadas de personas con diferentes rumbos, diferentes sensaciones, diferentes pensamientos, diferentes vidas… Podía observar de todo: Desde caras sonrientes hasta ceños fruncidos, o incluso lágrimas. Suspiré, añorante, melancólica… Todo había cambiado tanto que casi asustaba. Coloqué un mechón de pelo rebelde tras mi oreja, que había sido despeinado debido a una breve corriente de aire. Definitivamente, todo había cambiado demasiado. Miré mi reloj; eran las diez de la noche, pero para ser sinceros, no tenía ninguna prisa. De vez en cuando, entre paso y paso, lanzaba una ojeada a algún escaparate cerrado o esbozaba una pequeña sonrisa sensual a algún hombre que pareciera medianamente interesante. Con mi ya no tan nueva condición, resultaba mucho más fácil dejarles sin saliva en la boca.

Comencé a rebuscar en mi bolso, hasta que finalmente, di con lo que tanto requería mi atención; de un paquete de tabaco saqué un cigarro y me lo llevé a la boca, para prenderlo seguidamente. Cerré los ojos mientras daba una calada inhalando la nicotina, ese mortal placer, ese vicio que tan consumida me tenía; después de todo, la muerte no era un problema. No tenía la más mínima idea de a donde me dirigía, pero unos metros mas adelante, cuando vi la parada del metro, se me antojó entrar y parar en cualquier parada, sin pensarlo, sin rumbo ni preocupaciones. Pagué el tiquet y entré en uno de los vagones, que se encontraba desagradablemente plagado de muggles, por lo que me quedé de pie agarrada a una barra de metal. Podía oler perfectamente la sangre, detectaba la acumulación de esta que había en el cuello de cada uno de los presentes, casi podía saborearla… Debía alimentarme urgentemente.

Suspiré y comencé a morderme el labio inferior, pensativa. Tal vez era por eso que normalmente lo tenía ligeramente más rojizo que el superior. Había vuelto, otra vez estaba en Londres y pensaba quedarme un tiempo, aunque no tenía ni idea de cuanto sería. Normalmente no podía estar en un lugar demasiado; me agobiaba, me sentía incomoda, anclada… Necesitaba despegar e irme a otros lugares, para después, regresar. Claro que eso no resultaba fácil para mis seres queridos. Negué con la cabeza, no me apetecía pensar en eso, y dirigí mi mirada azulada al mapa que indicaba el lugar en el que me encontraba. - No, esa no… ¿La siguiente? Mmm… Tampoco; me bajaré en la sexta. -