Mandarina, nos vemos a las cinco.

Me habían echado de clase.. ¿Dos, tres veces? Posiblemente cuatro, cuando decidí mandarle una lechuza a mi hermanastra, para ver si quería que nos viésemos después de sus clases, -porque yo, personalmente no iba a ir a las siguientes- No tenía ganas de estar en una clase con tanto ego, joder, que el ego de sus alumnos pesaba más que el profesor..Y mira que no es que estuviese delgado, precisamente.

Fui hasta mi sala común. Tenía deberes de Transformaciones, y, no sería una chica diez en comportamiento, -ni cinco, para que mentir-, pero en deberes, no podrían tener ninguna queja. Mi caligrafía no era muy allá, pero era legible, y con eso ya era suficiente. Y bueno, si hacía los deberes de Transformaciones mejor que para otras asignaturas era, básicamente por Alexia.. Joder, que p*to miedo daba enfadada esa mujer, eso sí, se le coge cariño.. Con el tiempo, muuuuuucho tiempo. Estaba sentada frente al fuego de la chimenea cuando empezaron a llegar mis compañeros de casa, principalmente, los de primero.-Oye tú..¿Qué hora es?-Le pregunté a uno de los niños, que me miró y tragó saliva.. ¡Creo que es uno de los amigos del niño al que le pegué bofetón por mirar en el baño de niñas! Si sí, tiene que ser el..Me suena mucho. Me contestó que faltaban quince minutos para la comida, así que, fui a dejar los libros y pergaminos a mi habitación y fui hasta el Comedor.

Miré en la mesa Slytherin, -y aunque la mitad me diese mucho, pero que mucho asco-, me acerqué hasta mi hermana Amethysth y mi Mandarina. No estaba segura de que le hubiera llegado la lechuza. O de que supiese leer, tampoco.-Mandarina, que nos vemos a las cinco, en los Jardines.-Le sonreí y me fui hasta mi mesa,
Poco a poco, quedaban menos alumnos en el lugar, por lo que volví a mi sala común, para luego irme a ver a Mandy.


Mandy era mi hermanastra desde hacía demasiado, y la llamaba Mandarina, no tenía mucho mistero.. Simplemente, así se habían dado las cosas. Media hora antes, me puse el uniforme bien y salí de allí. Se tardaba al menos, un cuarto de hora en llegar a los Jardines desde Gryffindor.¿A quién se le ocurre, poner una sala común en un séptimo piso? Joder, tardaba más en llegar allí que en desayunar.

Fin del verano. Inicio del curso. Odiaba tanto aquella repetitiva y machacante rutina… Después de un verano indescriptible, no podía comprender como ni tan siquiera había sacado fuerzas suficientes de dentro de mi como para subirme al tren... Y allí estaba, otro curso más. A pesar de tan solo llevaba allí tres escasas semanas, ya estaba deseando que todo acabase, y eso que quedaba lo peor, ya que aún ni habían comenzado los exámenes, y la simple idea de pensar en todo lo que me quedaba me provocaba dolor de cabeza. Eso sí, hasta el momento tan solo había ocurrido una cosa buena, genial; me habían nombrado prefecta. Siendo sinceros, jamás de los jamases me habría visto en ese puesto, ya que aquello implicaba ‘‘una muy importante responsabilidad, señorita Venturi’’, como ya me habían advertido anteriormente algunos de los profesores en la típica charla. Y la verdad, la palabra responsabilidad y mi nombre no es que fuesen muy compatibles, pero, si algo tenía claro, es que no iba a renunciar de ninguna de las maneras. Dios, no quería ni pensar en la cara que se le quedaría a Sam cuando lo supiese, obviamente, mostraría una mueca de sorpresa.. seguida de incontrolables risas.. lo comprendía, si me lo hubiesen dicho a mí antes, yo también me hubiese reído.

Finalizó la última de mis clases de ese día. Al fin. Creo que lo llevaba rogando desde el mismo instante en el que me levanté por la mañana. Tampoco tenía muy claro a donde ir, sinceramente, pero sólo quería olvidarme de las clases durante el día que restaba de inmediato. Opté por el Gran Comedor, ya que se acercaba la hora de la comida. Allí me encontré con Amethyst. Al fin, un rostro conocido. De modo que me senté con ella en una de las prolongadas mesas, tan sólo era eso lo que quería, sentarme y charlar, o cotillear, quien sabe. Sin embargo, al poco rato llegó ‘‘otro’’ rostro familiar. ¿Sam? Ni tan siquiera me dio tiempo a pronunciar palabra alguna, ni para contestar a su ni siquiera petición, más bien su ‘‘o lo haces, o lo haces’’, ya que ella ya se había volteado para irse con las mismas con las que había llegado. No obstante, me quedé con las escasas palabras que había pronunciado. Genial, ahora había quedado con ella. Por no mencionar su nueva forma de llamarme. Oh, dios, como odiaba aquel apodo, aún más incluso que mi segundo nombre, y ya era decir.. Miré mi reloj y suspiré. La verdad es que aún faltaba un buen rato para las cinco, por lo que opté por quedarme un rato más con Amethyst, y, después, volver a la sala común para arreglarme un poco. Aún así iba a seguir con el uniforme, no tenía ganas de ponerme a elegir un conjunto. Comúnmente disfrutaba arreglándome, pero ese día estaba cansada incluso para eso.

Cuando al fin dieron las cinco salí de allí, Sí, vale, no iba a ser precisamente puntual, pero, seamos realistas, Sam era Sam…
Los jardines. Bueno, no es que estuviesen demasiado lejos. Llegué con un aire tranquilo y despreocupado, y, a lo lejos, divisé una figura, la figura con la que había quedado –o mejor dicho, que me había obligado a asistir sí o sí- horas antes. Me acerqué a ella con una ligera sonrisa en los labios, y paré cuando finalmente estuvimos una enfrente de la otra. – Bueno, aquí me tienes.. – Comencé. - ¿Qué querías?.. no, espera, déjame adivinar… ¿me echabas de menos? – Pregunté con un tono de voz algo más ‘‘empalagoso’’ de lo habitual, y pronunciando aún más mi rostro inocente, con aquel fingido que tan bien se me daba de no haber roto un plato. – Lógico – Finalicé cambiando radicalmente tanto el tono como el rostro adorable-irresistible, negando con la cabeza. A decir verdad, la relación con mi hermana era un tanto… especial, una especie de amor-odio. ¿Odio? Varias razones –yo diría que incontables-: diferencias de casa –sin olvidar su imperioso afán de incordiar hasta el extremo a los Slytherins-, el hecho de compartir techo durante algunas temporadas, personalidades opuestas… y un largo etcétera. Y amor… bueno, puede que en el fondo, muy muy muy en el fondo… quizá…. Nah, imposible, o, al menos, nunca lo demostrábamos. ¿Sería producto de ambos orgullos? Lo más probable.

Yo estaba cantando mi canción preferida, de los muggles. Tal vez era lo único en lo que superaban a los magos, sin duda. En la música eran los mejores, al menos hacía mi punto de vista. Yo no pedía demasiado en lo referente a eso, pero sin duda la música era una de las mejores cosas de la vida. La hacía divertida, -no como las amargadas de las Brujas de McBeth-. Era extraño como estando, en 2010 aún no había una canción que se titulase "Huguguarls" pero hubiese una llamada 'Panpanamericano' ¿Querían pan? Que vayan a una panadería, joder. Además..El pan americano dejaba mucho que desear. Ahora la canción que me gustaba era la que cantaban esos tres chicos, uno de ellos gafapasta.. ¡Joder, no recuerdo el nombre! En fin, que hace veinte años le habrían soltado una somanta de palos, pero ahora al parecer esas gafas, "molaban" Merlín entienda a los muggles.

Mandy, como siempre tardaba. Ya se retrasaba cinco minutos. Seguramente se estuviera cambiando de ropa. Como siempre. ¿Como se puede tener un armario lleno de tantas cosas rosa? Joder, si parece que vives en el mundo de las tartas. Me giré y allí la vi, caminando hacía mi. ¿Con el uniforme? Increíble, ¡Llegaba tarde y no se ha cambiado de ropa! Bueno, con un poco de suerte, -para ella, porque a mi me da exactamente igual-, solo la llevaría hasta el bosque prohibido a ver las arañitas que había. ¡Más monas ellas! -Creo que este verano he echado más de menos al calamar gigante que a ti, Mandarina.-Sabía que ese apodo le molestaría, pero también sabía que ella sabía que yo sabía que ella odiaría que la llamara o Stacie, -su segundo nombre-, o Mandurriaga. Podía entender lo del segundo nombre, a mucha gente no le gustaba, a mi, me era indiferente. Aunque no contestase por el Abigail, porque me suena raro que me llamen así. Me recuerda a la zorra que tengo como madre. ¿Soy simpática, eh? Solo que mi madre es subnormal. Culpa mía no es.

La miré un par de veces, algo no encajaba. ¿Que era lo que brillaba en su túnica? Me acerqué más y cuando vi la "P" que identificaba a los prefectos, empecé a reírme como si no hubiera mañana. -Buenísima falsificación, casi me lo creo y todo.- Negué con la cabeza. Si Mandy era prefecta, yo la reina del Sabah como poco. -¿Te la ha hecho Thomas, de séptimo de Ravenclaw?-Le pregunté. Sin duda, Thomas era el mejor.-Ese chico es un máquina, es capaz de hacer cosas increíbles. Sin duda.-Me reí.-¡Hasta parece real!- Sí, hablar mucho cuando estoy en confianza era algo común, para mi.

Mi relación con Mandy no era la mejor. Eso sí, tampoco era la peor. Mandy era como mi hermana, mi hermanita menor. Sí, teníamos la misma edad, sí íbamos al mismo curso, pero eso no quitaba que yo encontrase a Mandy ligera de cascos. No era culpa mía, simplemente.. Era así. Aún así la quería y no pensaba dejar que le pasase nada, porque para algo yo era la única que podía meterse con ella. Las dos teníamos algo en común; El orgullo. Porque sin duda, en todo lo demás no nos parecíamos para nada; Ella, Slytherin, yo, Gryffindor. Ella, enamorada de la moda, yo, prefiero vomitar a ir tres horas seguidas de compras...Y una larga lista de etc, sin duda.

La miré de arriba a abajo y después suspiré. Completamente idéntica a la Sam de siempre. Me crucé de brazos y solté una escasa risa tras su primer comentario. Y así era nuestra relación. Sin embargo, aquellos comentarios con intención de ofender -o no, comenzaba a pensar que le salían completamente naturales- tras años y años en compañía de ella, llegaron al punto de no afectarme, al menos, no del todo, existían algunas excepciones. - Sammie, Sammie.. tan cariñosa como siempre - Comenté dibujando en mi rostro una media sonrisa. No obstante, no pasé de largo el apodo, el famoso apodo... Rodé los ojos y solté un suspiro exhasperado. - ¿No puedo hacer nada para que dejes de llamarme así, verdad? - Yo misma sabía la respuesta. Cuando Sam tenía algo entre ceja y ceja, mejor no intentar convencerla de lo contrario, por lo que finalmente opté por rendirme en ese sentido. - En fin, supongo que tendré que acostumbrarme a que me llamen como a una fruta.. - ¿Había algo más...? Mejor ni preguntármelo.

Pero ella me sacó de aquellos extraños pensamientos acercándose a mi. Involuntariamente dí medio paso hacia atrás y alcé una de mis cejas extrañada, hasta que sus ojos se posaron en un punto. Guay, ahora llegaba la mejor parte.. Había descubierto lo inevitable, y todo lo que anteriormente había pensado acerca de su reacción, se cumplió al pie de la letra. Observé y escuché tanto sus carcajadas, como sus siguientes atropellados comentarios. Apenas me enteré de la mitad. Sin embargo, no pude evitar mostrar una mueca de molestia. Estaba claro a más no poder, que nadie conseguía verme capaz de nada.. - ¿Thomas? Ni siquiera sé quién es. Sin embargo, es completamente auténtica hermanita - Concluí ásperamente. - Pero si no te lo crees.. pregunta por ahí, tampoco voy a tratar de convencerte - Sí. Quizá había dado en uno de mis puntos débiles. Inútil. Así me consideraba ella, tampoco quería pensar en los restantes que compartían su opinión.

- Acabaríamos antes si me dijeses para que demonios me has hecho venir, porque si no te importa, tengo cosas más importantes que hacer - Si ya apenas tenía ganas de verla, menos aún de soportarla. Y sí, quizá una de ellas fuese hacerme la manicura, al menos los pintauñas no eran tan irritantes, y mejor aún, no hablaban -al menos, sin ningún conjuro-.

Sonreí al ver como Mandy suspiraba. Se había rendido. Y es que, contra mi a cabezota es muy difícil ganar. ¡Ni Ephran Collins y Asella lo habían conseguido cuando me convencí de que eran novios! Me duró una semana pensar aquello, pero molestarles..Merlín, no es que fuese divertido, era mucho más que eso. -Te lo digo con cariño, hermanita.-Puse mi mejor cara. Ambas sabíamos que yo, precisamente no era de demostrar amor hacía nadie que llevase el verde en su uniforme. Un color asqueroso, sin ninguna duda. -Siempre puedes dejar de llamarte Mandy y llamarte Amanda, cariño.- Mucha gente pensaba que yo no podía ser una buena persona y eso era mentira. Cuando quería. Y aunque no estaba en mis planes normalmente, cuando estaba con alguien a quien apreciase de verdad, podía llegar a comportarme menos irritante. Mandy Venturi, no entraba en esa categoría normalmente, aunque fuese de las personas que más me importasen en ese colegio.-¡Las Mandarinas son unas frutas respetables!-Defendí. El naranja era un color bonito. Sí, mi manera de ver la vida se reducía a colores, mayoritariamente.

-Bueno, si eres prefecta de verdad, mejor...Que no te comente quien es Thomas..-No le iba a comentar que necesitaba sus servicios para que me hiciese un pasaporte nuevo para salir del país Inglés durante las vacaciones en las que 'me iba a quedar tranquilamente en Hogwarts' Merlín, ¿Realmente la tonta de mi madre y mis abuelos se habían tragado eso? Mucho confían en mi, entonces. Iba a ir a Nueva York, en el tiempo que mi madre, Ben, Amethysth y Mandy hacían las tonterías de Navidad, yo agarraría las últimas cosas que necesitaba y, volvería a ser ciudadana griega. Como siempre debería haber sido. -Vaya, yo creí que las serpientes no tenían uñas..Veo que me he equivocado.-Sonreí de medio lado. Yo no pensaba que Mandy fuera inútil, pero hacerle creer que la tomaba por una, se me hacía divertido. Eso sí, YO era la única que podía expresarlo en voz alta, cualquier otro que llamase a mi Mandarina inútil, se vería a la mañana siguiente con la cabeza azul y el pelo morado. Y no, no es una buena combinación.

-¡Oh, perdone usted!-Comenté-¡Una ya no puede ni pasar tiempo con la familia! ¡En que mundo vivimos!-Dramaticé al máximo, sabiendo que ablandaría a mi 'hermana'. -Αίμα να προδώσει κακή συμπεριφορά του άλλου -Mencioné en mi perfecto griego. Era una costumbre decir los proverbios en dicho idioma.-Viene a ser algo así como 'Traicionar a la sangre, no es de buena educación.-Añadí ya en inglés. Me senté en la hierba e invoqué mi pinta-uñas turquesa. Se me antojaba pintarme las uñas de dicho color.